(
Construí mi casa junto al mar.
No sobre la arena, que quede claro:
no sobre la arena movediza.
Y la construí de piedra.Una casa bien sólida
junto al mar profundo.
Y llegamos a conocernos bien, el mar y yo.
Buenos vecinos.
No es que habláramos mucho.
Nos encontrábamos en los silencios.
Respetuosos, manteniendo nuestra distancia,
pero observando nuestros pensamientos a través de la franja de arena.
Siempre la franja de arena, nuestra frontera,
siempre la arena de por medio.Y entonces, un día,
– y aún no sé como sucedió –
el mar vino.
Sin avisar.Sin ni siquiera ser invitado
No súbita ni apresuradamente, sino moviéndose a través de la arena como el vino,
no tanto como flujo de agua, sino más bien como flujo de sangre.
Despacio, pero viniendo.
Despacio, pero fluyendo como una herida abierta.
Y pensé en huir y pensé en ahogarme y pensé en morir.
Y mientras yo pensaba, el mar siguió avanzando, hasta llegar a mi puerta.
Y entonces supe que no había ni fuga, ni muerte, ni ahogamiento.
Que cuando el mar llama a tu puerta, dejan de ser vecinos,
Buenos vecinos, amigos a distancia,
Y dejas tu casa por un castillo de coral,
Y aprendes a respirar bajo el agua.***
Carol Bieleck, Respirando bajo el agua –
*** Respirando bajo el agua (C.B.)
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