Me llamó la atención una de las primeras preguntas del examen de conciencia sugerido en el librito de la liturgia penitencial presidida por el papa Francisco el pasado 17 de marzo:
«¿He callado voluntariamente pecados graves en la confesión precedente o en confesiones pasadas?»
El hecho de que se mencione esa pregunta quiere decir que se trata de algo que se da en la vida real.
De hecho, sucede con [relativa] frecuencia.La expresión técnica para eso es: una confesión sacrílega, que implica luego las comuniones sacrílegas, etc. etc.
De niño, esas expresiones y esa palabra terrible —sacrilegio— me atormentaban, porque sí que he callado pecados en la confesión: por vergüenza, por miedo, por cobardía, por un instinto de supervivencia.
Era sólo un niño
Un niño que lo único que anhelaba era ser aceptado, tener derecho a pertenecerNo siempre estamos listos para ser honestos
para ser sinceros
para admitir la verdadNo siempre podemos permitirnos ver ciertas cosas
porque queremos sobrevivir
ser aceptados
ser dignos de ser amados
pertenecer
conquistar el mundoSon nuestras estrategias de supervivencia y de defensa
muy arraigadas
propiciadas por una cierta educación
por una cierta cultura
[creo]Se ocupa tiempo
—a veces mucho tiempo—
para que nos atrevamos a mirar lo que está oculto en nuestro corazónpara que cambie nuestra imagen de Dios
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A propósito de una pregunta de un examen de conciencia —