Es por demás evidente que en la mayoría de los casos es una persona la que elabora las moniciones y otra distinta la que las lee durante la misa. Y esto tiende a crear un grave y frustrante problema (vaya que lo digo por experiencia): la traición a la buena monición. Y lo digo así para manifestar claramente que la intención de quien elaboró la monición fue una y otro el resultado de quien la leyó. Me explico con ejemplos:
— La mala (a veces pésima) lectura de la monición. Cuando el monitor no tiene en cuenta los signos de puntuación, por ejemplo, entonces es fácil quitarle el espíritu al texto de la monición. O no sabe darle intensidad, brillo, pronunciación, a la lectura de la monición. Es una realidad: no todos están preparados para leer en público, y tampoco todos están preparados para leer moniciones en misa.
— Lecturas rutinarias o carentes de espíritu. Se trata sencillamente de leer sin alma, vida y corazón. Se lee, pero no se da vida al texto. Esto es un asesinato a sangre fría de la monición.
[Tomado de Wilson Uriel Velasquez Medrano, ¿Qué son las moniciones a la Palabra de Dios?]
Gracias, por pensar en todo, para la agradar a Dios y embellecer la Eucaristía…
Para la mayor gloria de Dios!