Bellini se equivoca.
Yo no estaba de rodillas
sobre mi cojín de raso,
en un rayo de luz,
y con la cabeza ligeramente
inclinada.
Los pintores siempre
distorsionan la escena,
como si mi vida
estuviera envuelta en sedas,
en olores del templo.En realidad, acababa
de regresar del pozo,
iba a dejar el jarrón sobre la mesa
cuando me estampé contra el borde
derramando el agua sobre el suelo.Mientras me agachaba para
recogerla, apareció una luz
sobre la pared de la cocina,
como si alguien hubiera abierto
la puerta al sol.Con el trapo en la mano,
y cabellos en la cara,
me volteé para ver
quién iba entrando,
sin anunciarse, inesperado.Todo lo que veía
era luz
blanca sobre las tablas.
Una voz que jamás
había escuchado me saludó,dijo que yo fui elegida, que daría
a luz un hijo que reinaría
para siempre. El espíritu descendería
sobre mí.
Me dio miedo.Alguien cerró la puerta
y yo deje caer el trapo.***
Kilian McDonnell, Una anciana recuerda (En la cocina) —