El misterio de la Encarnación que celebramos en estos días significa que el Hijo de Dios toma no sólo nuestra carne humana, sino también nuestra condición social: «habitó entre nosotros». Y habitó como debe habitar el hombre, es decir en una familia, entre sus seres queridos.
Por eso durante la Octava de Navidad tenemos la Fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José: luz para todas las familias. Para las familias logradas. Y también para las familias difíciles, complicadas.
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Perdónanos, Señor, todos nuestros pecados. Especialmente aquellos con los que herimos a nuestros seres queridos y dañamos a los que amamos.
Concédenos la gracia para cambiar.