En el Evangelio de este cuarto domingo de Cuaresma, Jesús toca e ilumina los ojos de un hombre. Se trata de un mendigo. Un ciego de nacimiento.
Ese mendigo nos representa a todos. Ese ciego es cada uno de nosotros.
***
Lávanos, Señor, de nuestras cegueras. De esa oscuridad que llevamos dentro. Para que podamos ver. Para podamos verte presente entre nosotros.